Una de las artistas mexicanas del momento contemporáneo más propositiva, desafiante y arriesgada en sus lenguajes plásticos y en sus Obras multidisciplinarias es, sin duda, Carmen Ávalos.
La mayoría de las Pinturas, Esculturas y Piezas Gráficas de esta artista nacida en Guadalajara, Jalisco, México, y que al mismo tiempo detenta la nacionalidad suiza junto con largas estancias creativas en dicho país, constituyen un universo estético propio, donde se entrelazan precisión técnica, expresividad sin concesiones, plural imaginación y un contagiante apasionamiento por las insondables búsquedas artísticas.
Entre la terracota, el óleo, las tintas, el bronce o múltiples técnicas mixtas…, las características propias del trabajo pictórico, gráfico, orfebre y escultórico de Carmen Ávalos, hacen palpitar sus mayores virtudes expresivas: la complejidad de su discurso visual; la fortaleza (reiteradamente emergen en sus Obras contradictorios elementos y fuerzas complementarias, tanto el expresionismo y la intensidad del tradicional arte mexicano, como la minuciosidad técnica casi minimalista y la elaboración conceptual del arte suizo contemporáneo) de sus obsesiones y metáforas abstractas; la espiritualidad de sus ironías y conceptos; y, sobre todo, su proverbial capacidad de experimentación, invención y exploración…, tan entrañables en estas Pinturas que ahora presenta en ArtBox, y que reflejan una y otra vez la vitalidad y la actualidad de sus propuestas y desafíos estéticos.
Así como la existencia vivida a tope y sentida a fondo, las pasiones llevadas a su límite de expresión, las peregrinaciones iniciáticas, jamás han sido fáciles…, contemplar los acrílicos y las piezas mixtas de Carmen Ávalos es incursionar en un territorio nada complaciente donde la realidad y la alta calidad de su arte nos hacen abrir los ojos, la piel, la mente, el espíritu, y percibir a través de la autenticidad de sus manifestaciones estéticas; un mundo en constante apertura a diversidades, fragmentos, imaginaciones, dinámicas, sinergias, complejidades, transdisciplinas, lenguajes, fulguraciones, memorias…, que hace precisamente de la Pintura su movimiento, su respiración, su alimento, su mística, su ensueño y su viaje por los eternos círculos y laberintos de los paisajes y las alquimias; itinerario de luz y pasión, de belleza y verdad, de infinito misterio, más allá de lo estético, en el que indudablemente está presente –como diría un poeta medieval quien también renació como esta deslumbrante artista de dos continentes- “el amor que mueve el Sol y las otras Estrellas”.
Francisco Javier Ibarra*
*Investigador, Curador, Museógrafo y Crítico de Arte.
Director de ARTES DE OCCIDENTE